Experiencia estética a partir de la obra "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago
¿De qué nos sirve vivir en un mundo con ojos si no podemos ver a través de ellos? El recorrido por un “ensayo sobre la ceguera” fue un camino en continuo movimiento que pasaba del desasosiego al miedo, del dolor a la ironía, del asombro a la locura y de un momento a otro se entrecruzaban todos los sentimientos a la vez. Saramago con su obra nos hace vivir una experiencia única en donde los sentidos se sumergen en la lucha de una sociedad por mantenerse viva ante la amenaza de la ceguera blanca y la supervivencia. Son los ojos de una sola mujer los que relatan el comportamiento y la horrífica realidad que vive esta sociedad invadida por dicha tragedia. La afectación de esta obra literaria traspasa todos los sentidos y hace que el lector se unte hasta lo más profundo de su ser de la condición humana.
Al principio experimenté el horror de poder quedar ciega y jamás ver todo lo que conozco del mundo, sus colores, las personas, la naturaleza, hasta mi propio rostro. Aunque sabía que mis otros sentidos me permitirían escuchar, oler y sentir lo que mis ojos no pudieran ver; además, el ser humano pasa la mayor parte de la vida observando lo que sus ojos desean o les convenga y lo demás queda enterrado en un rincón del alma. A medida que avanzaba en el sentir de aquel mundo de ciegos descubrí que perder la vista no era lo más trágico, pues aun sin tener ojos para percibir el mundo se puede experimentar el odio, la manipulación del poder, los prejuicios, la miseria, el orgullo, la humillación y la indiferencia.
En el “Ensayo sobre la ceguera” el miedo y la solidaridad juegan un papel muy importante en las relaciones que se forjan a lo largo de la historia. Es el miedo a morir de hambre y a la indiferencia de aquellos que todavía ven, lo que convierte a los personajes de esta historia en sujetos capaces de matar, violar y agredir hasta lo más intimo de cada ser. Es este mismo miedo el que hoy camina sobre el mundo apoderándose de la razón y de los corazones. Tal vez el peor de los miedos es la soledad que se vive cada día más en un mundo insensato e indiferente ante las injusticias y atrocidades que se cometen en el nombre de la humanidad. Un mundo que a pesar de tener millones de ojos permanece más ciego que nunca.
En aquel mundo invadido por el temor de la ceguera, lo único que logra darle sentido al caos que viven estos personajes es la solidaridad y la compasión. Pues al estar ciegos, todos son iguales y solo la voz de cada uno los hace distinguirse de los demás. Nada le pertenece a nadie o más bien todo le pertenece a todos. Desaparecen los limites, las apariencias, lo bello cobra otro sentido pues se manifiesta en afecto. Todo cambia, los valores se trasforman, lo que antes era insignificante se convierte en lo más valioso. Un pedazo de pan y unas gotas de agua así sean de lluvia son suficiente, un abrazo, unas palabras de consuelo, la imaginación y hasta la compañía de un perro permiten que los personajes de esta historia saquen fuerzas para no rendirse ante la muerte y la incertidumbre.
Que valiente es aquella mujer que en ocasiones deseaba no tener que ver y sin embargo tenía ojos para todos. Esta mujer, la única que podía ver lo que sucedía fue quien presencio la obra humana más real del mundo. Cada quien se mostro tal y como era, sin la posibilidad de esconder su más intima esencia. Unidos por la misma desgracia se necesitaban mutuamente. Allí fue donde ella pudo presenciar desde lo más bajo y aberrante que puede un ser humano cometer hasta los actos más desinteresados de amor y afecto. En algunos momentos sentí rabia contra esta mujer que se quedaba ahí de pie observándolo todo y sin poder hacer nada para impedir las atrocidades que se cometían, pero luego entendí que ella también sentía temor aunque era diferente al de los demás, pues en su condición era ella quien tenía la responsabilidad de ayudar a los que estaban a su alrededor, a poner orden en aquel infierno al cual estaban sometidos y desde luego evitar volverse loca ante lo que sus ojos veían. Es aquí cuando logro comprender que no somos autosuficientes que dependemos de otros y que aspectos como la confianza, la solidaridad y la compasión no tienen nombre, color, sexo, edad o estatus social. A veces es tan fácil observar desde lejos para juzgar a las personas y sus actos y a la vez es tan humanamente difícil aceptarnos como somos.
No justifico la agresión de aquellos más fuertes contra los débiles pero tampoco la reprocho, lo que Saramago nos muestra es el reflejo de lo que somos; que aun estando en condiciones inhumanas de miseria y desasosiego el hombre es capaz de entregarse al amor de una manera tan sublime y desinteresada pero a su vez es capaz de matar al que duerme a su lado por un pedazo de comida. “Somos lo que no conocemos de nosotros mismos” es en la incertidumbre en donde el ser humano se descubre y deja ver a los demás hasta donde está dispuesto a llegar para sobrevivir.
Al terminar esta asombrosa obra literaria deje de sentir miedo porque entendí que este es el mundo que hemos construido y que para cambiarlo, hay que crear nuevas formas de convivencia y es necesario empezar por comprender lo que en realidad somos. En ciertos momentos sentía ganas de vomitar y gritar porque los actos allí cometidos también se cometen a diario en nuestra sociedad. Pero la osadía de aquella mujer que no se dejó derrumbar, que sacó fuerzas de donde no las tenía, que perdonó la infidelidad, que acabó con el depredador, que consoló al que perdió las esperanzas, que buscó un salida ante el caos y que sacrificó su propia vida por los demás son las razones por las cuales todavía vale la pena vivir en un mundo cada vez más indiferente.
La obra de Saramago nos invita a hacer una reflexión sobre nuestra naturaleza humana y sobre las relaciones que nos constituyen como sujetos. ¿Qué sentido tiene la vida si a diario atentamos contra ella? ¿Qué sentido tiene el amor y la amistad si el odio y el poder envenenan nuestros corazones? ¿Para que la justicia y los derechos humanos si permitimos el atropello a la dignidad? Si deseamos transformar el mundo al cual pertenecemos, es necesario despertarnos de la ceguera en que vivimos pues no solo perdemos la vista sino también la razón y el sentido de la vida. No podemos seguir viviendo en la frialdad e insensibilidad, es preciso volver a descubrir la magia, el juego, la intimidad y el asombro. Aceptarnos en la diferencia y reinventar el mundo que hemos dibujado hasta hoy.
Esta obra no solo estremeció mis sentidos sino que me ayudo a entender que para ver no solo basta con tener ojos, es vital contemplar todo aquello que hace parte de nuestra realidad por cruel que parezca y cuando otros volteen su mirada es cuando más necesitamos abrir los ojos.
Son tantas las imágenes que se desprenden de tan asombrosa historia que es imposible reflexionar acerca de todas, así es que lo haré sobre una de mis preferidas: la relación que se forja entre la chica de las gafas oscuras y el viejo de la venda negra. Para mí es una de las relaciones más conmovedoras y maravillosas que he leído en mi vida. Estas dos personas tan distintas, la mujer llena de vida, vigor, juventud y belleza (según la historia) y el hombre, viejo, solo, sin la vitalidad y el vigor de un hombre joven, pero con la experiencia que le han dejado los años. Unos personajes que a no ser por las circunstancias jamás se hubiesen cruzado en el camino. Una empezando su vida, explorándolo todo, sus pasiones, su sexualidad, su identidad de mujer y él ya con deseos de compartir sus últimos años de vida en compañía de unos brazos y caricias. Lo único que comparten estos dos personajes es la desgracia que les toca vivir durante la ceguera y sin poder intercambiar deseos con sus miradas, sin poder hacer un recorrido por sus cuerpos, sin conocer sus vidas y su pasado se entregan sin esperar nada a cambio. Allí, surge un intercambio de cariño y de afecto que no es producto de la compasión, sino del estar ahí, soportándolo todo. Los dos viviendo soledades tan distintas, él en su cuarto silencioso sin nadie con quien reír o llorar y ella con tantos hombres a la vez pero ninguno que llenara su corazón. Es en esta soledad que estos dos cuerpos se encuentran y deciden compartir sus vidas, cada uno buscando refugio en el otro, con el temor de recuperar la vista y darse cuenta que todo fue un impulso del momento… pero no, esta entrega de afecto y cariño fue tan real como el día y la noche. Cuando nos encontramos en el caos es cuando más tenemos que buscar el sentido del amor, de la compasión y de la esencia misma de la vida.
Escrito por: Alejandra Botero 30/08/2008
1 comentario:
Muy bien !!! Te dejaste tocar por la obra y lo confirmo por las reflexiones que haces. Cuando nos muestran una realidad que todos conocemos pero que no aceptamos, realmente tambaleamos nos analizamos y criticamos esta sociedad en que vivimos.
¿Qué sucede con las personas que no leen literatura y no se permiten ir más allá de las historias y los personajes? Siguen ciegos? ¿no reflexionan? Su vida transcurre sin deternerse a pensar en lo humanos que somos.
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