Ensayo sobre la ceguera (José Saramago)
Vivencia Estética
Vivencia Estética
María Mercedes Trujillo
La lectura de esta obra despertó en mí distintas sensaciones. Inicialmente sentí mucha angustia ante la ceguera repentina que sufren los personajes y ante la forma como sus vidas empezaron a cambiar radicalmente. Me llené de horror ante la posibilidad de que a mí me llegara a suceder lo mismo. Durante varios días me dediqué a tener plena conciencia de todo lo maravilloso que estaba en capacidad de ver, me detenía en los colores, formas, luminosidad y brillo de todo lo que estaba al alcance de mi vista. Me sentí afortunada.
A medida que fui avanzando en la lectura, el sentimiento de angustia fue cambiando por el de indignación ante la crueldad con que fueron tratados los ciegos por parte de las autoridades y ante las mezquindades que fueron aflorando entre ellos mismos. Su limitación física empezó a ser motivo de degradación, de humillación, de rechazo y de agresión. Hice entonces la analogía con hechos sociales que vivimos a diario frente a lo diferente, a lo que produce cortes en lo estable y certero. Rechazamos lo diferente, nuestra cultura se resiste a la heterogeneidad, nos sentimos amenazamos por aquello que no es igual a nosotros, que es diferente, que cuestiona, que contrasta. Puro miedo.
Cuando terminé de leer me sentí desolada. Me compenetré tanto con la historia que viví con los personajes su frenética voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Me sentía conversando con ellos en su angustia inicial y en su obligada adaptación a la nueva vida. Quería decirles que podemos estar más ciegos los que podemos ver. Quería ayudarlos y, como la esposa del médico, llevarlos de la mano a lugares que ellos podrían ver siendo ciegos porque ya no veían con los ojos sino con sus sentimientos y recuerdos, y esa puede ser una forma mucho más libre de ver. Me preguntaba si, como los ciegos del relato, vivimos en carrera frenética por alcanzar lo inalcanzable. Por eso concluyo con las siguientes ideas tomadas de la obra, que me devolvieron la tranquilidad:
….. El único milagro a nuestro alcance es seguir viviendo…..amparar la fragilidad de la vida un día tras otro, como si fuera ella la ciega, la que no sabe a donde ir y quizá sea así, quizá realmente la vida no lo sepa ….
A medida que fui avanzando en la lectura, el sentimiento de angustia fue cambiando por el de indignación ante la crueldad con que fueron tratados los ciegos por parte de las autoridades y ante las mezquindades que fueron aflorando entre ellos mismos. Su limitación física empezó a ser motivo de degradación, de humillación, de rechazo y de agresión. Hice entonces la analogía con hechos sociales que vivimos a diario frente a lo diferente, a lo que produce cortes en lo estable y certero. Rechazamos lo diferente, nuestra cultura se resiste a la heterogeneidad, nos sentimos amenazamos por aquello que no es igual a nosotros, que es diferente, que cuestiona, que contrasta. Puro miedo.
Cuando terminé de leer me sentí desolada. Me compenetré tanto con la historia que viví con los personajes su frenética voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Me sentía conversando con ellos en su angustia inicial y en su obligada adaptación a la nueva vida. Quería decirles que podemos estar más ciegos los que podemos ver. Quería ayudarlos y, como la esposa del médico, llevarlos de la mano a lugares que ellos podrían ver siendo ciegos porque ya no veían con los ojos sino con sus sentimientos y recuerdos, y esa puede ser una forma mucho más libre de ver. Me preguntaba si, como los ciegos del relato, vivimos en carrera frenética por alcanzar lo inalcanzable. Por eso concluyo con las siguientes ideas tomadas de la obra, que me devolvieron la tranquilidad:
….. El único milagro a nuestro alcance es seguir viviendo…..amparar la fragilidad de la vida un día tras otro, como si fuera ella la ciega, la que no sabe a donde ir y quizá sea así, quizá realmente la vida no lo sepa ….
(pág.398, Norma:2004)
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