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¿SON NUESTROS CUERPOS REPRIMIDOS DE UNA EPOCA?

¿SON NUESTROS CUERPOS REPRIMIDOS DE UNA EPOCA?

FORMA DESEADA, DESEAMOS Y SOMOS CUERPOS DESEANTES?

FORMA DESEADA, DESEAMOS Y SOMOS CUERPOS DESEANTES?

lunes, 30 de marzo de 2009

Estetica por marlyn suarez

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
TEMA: ESTETICA Y LENGUAJE
ASESOR: FREDDY GONZALEZ
ESTUDIANTE: MARLYN CAROLINA SUAREZ
C.C. 67.012.319
AFECTACION A PARTIR DEL TEXTO LITERARIO ENSAYO SOBRE LA CEGUERA
DE JOSE SARAMAGO
1 “Si algún sentido tiene hablar de pereza del cuerpo en este manicomio en el que vivimos, que las almas ya se sabe no hay quien pueda alcanzarlas”.
En un país como el nuestro se podría pensar los momentos difíciles que estamos atravesando, que a veces parece acabarse la poca esperanza que queda y considero que es válido el planteamiento o cuestionamiento que hace en la carátula Saramago cuando 2“traza en su libro una imagen conmovedora de los tiempos sombríos que estamos viviendo, a vera de un nuevo milenio”. En mundo así ¿Cabrá alguna esperanza? Al escuchar a diario noticias, leer periódicos nos recuerda en lo que nos hemos convertido donde prevalece la ley del más fuerte, donde parece que buenos modales, buenos sentimientos, la pureza del alma, ya han pasado de moda.
3 “La mujer del médico se agarró al marido sollozando, si como ellos también se hubieran encontrado, pero lo que decía era, que desgracia la nuestra, que fatalidad”.
La desgracia y la fatalidad siempre están presentes en nuestra vida, cuando tenía 11 años y me encontraba jugando con mi hermanito, mi tía me llamo y dijo hijita vengase para la casa, cuando llegué todos estaban
*+ Muy raros, como muy condescendientes, quiere comida, me preguntaban todos muy atentos algunos lloraban y me miraban con ternura, algunos vecinos me tocaban las manos y yo se las sentía heladas. Hasta que alguien me dijo y madre sufrió un accidente, la arroyo un bus y murió…En ese instante todo cambio, mi corazón se quería salir, no sabía qué hacer 4 “El herido soltó un ah, desalentado y sintió de nuevo que el dolor le revolvía la carne”.
Así como sintieron los que de un monto a otro quedaron ciegos, quizás así quede yo… descompensada, sollozando por aquella desgracia, era algo fatal que le había ocurrido a nuestra familia. Mis ojos no reían, ni mis oídos escuchaban…
5 “Los ojos son unos lentes, como un objeto, es el cerebro quien realmente ve”. Era mi hermano mayor quien nos guiaba a todos él era nuestros ojos… él como la esposa del médico sin que nadie se lo pidiera debía cuidarnos más, sentía esa responsabilidad nadie se la había dado pero él lo decidió así.

José Saramago, Ensayo Sobre la Ceguera, 1995, pág. 147; 2 pág. 195; 3 pág. 54; 4 pág. 55; 5 pág. 57

6“avanzo mas, apretando los dientes para no gemir pero no puedo reprimir los sollozos de agonía”. Él también se veía y débil y verse fuerte, nos dijo que debíamos estar unidos, que debíamos apoyarnos unos a otros para sobrevivir.
7 “La última cosa que recuerdo haber visto fue mi pañuelo, estaba en casa llorando” los pañuelos inundaron esa tarde ante la zozobra, no era peor sino la demora para entregar el cuerpo… sonaba el teléfono y decía que a las 8PM, luego que a las 10PM. “De que no voy a pasar es el primer pensamiento y tal vez el ultimo también, en casos fatales”.
Las impresiones en primera instancia eran y son ¿ahora qué voy a hacer? ¿Para donde me voy? ¿Quizás hubiese sido mejor irme con mi mamá? Porque de ahí no iba a pasar 9“lo que tampoco cambia mucho es que muchos se aprovechan del mal de otros” a pesar de lo que sentía la familia, el dolor que debíamos superar y como en toda parte no faltan oportunistas en la historia de los ciegos, malvados que pedían mujeres a cambio de una ración de comida, el ladron que roba el auto del hombre indefenso vulnerable. En mi caso un vecino que se había ido a pedir limosna a otro barrio a costilla de la desgracia fatal que había sufrido mi madre; no sé que dolió mas… ese miserable, igual que el imprudente del bus, hoy se hayan pagando tras las rejas la indiferencia de la que fueron presos. Quizás allí puedan repasar su vida una y otra vez hasta que puedan ver.

6 José Saramago, Ensayo Sobre la Ceguera, 1995, pág. 63; 7 pág. 105

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